negativo:
Para empezar, el desayuno es más que pobre: literalmente, hay croissants más que secos, pan húmedo, de ayer, de antes de ayer o de antes de antes de ayer, mermelada, mantequilla. Lo único bueno porque viene en sobres, cereales, biscotes petrificados, seguramente por la erupción del Vesubio del 79 d.C, queso y jamón de sobre también, pero de textura pastosa y de calidad más que dudosa, todo dispuesto en bandejas que, para más inri, la mayoría de ellas están rotas. Y cada día es lo mismo, sin hacer ni un pequeño cambio. También hay café de su sabor ya nos hemos olvidado y una serie de zumos de extraña coloración y de sorprendente sabor. Todo ello servido en una sala subterránea y lúgubre y bajo la atenta mirada del personal del hotel, que parece llevar las cuentas de los croissanes que se come el pobre turista que se aloja allí. Las habitaciones son espaciosas y bastante limpias, si no usan gafas de cerca, y la cama es cómoda. Sin embargo, el mobiliario y el baño están lejos de ser de un hotel de 3 estrellas superior: machacado, cutre y anticuado. Se requiere máster en ingeniería industrial para hacer funcionar la televisión. Las paredes son de papel de fumar y nuestra habitación daba a una callejuela muy ruidosa, una persiana estaba rota y no pudimos aislar bien la habitación, por lo que se recomienda hacer excursiones extenuantes durante el día para evitar el insomnio. Si no bastara con todo esto, el segundo día se nos estropeó el cerrojo de la puerta. Nos quedemos encerrados dentro de la habitación. Llamamos a recepción pero ni nos entendieron ni se preocuparon por ayudarnos. Por suerte, mediante técnicas propias de 'Misión Imposible' y gracias a un tenedor, conseguimos abrir la puerta. Hablamos con tres o cuatro encargados y recepcionistas, nos dijeron que arreglarían el cerrojo. Aún debe estar roto a esta fecha. En general, el personal del hotel es mediocre, cenizo y poco amigable. No dominan más idiomas que el italiano, su inglés es pésimo. Parece que entienden el español pero no en cuanto a las quejas y peticiones, aún estamos esperando a que nos den la llave de la caja fuerte. Y para terminar, última e importantísima recomendación: no dejen absolutamente nada de valor en la habitación. A nosotros nos desapareció un cargador de iPhone que nos dejamos en la habitación. Es más segura la plaza Garibaldi. En suma, un hotel útil para los que, como nosotros, quieran acceder rápidamente a la estación central de tren de Nápoles para escaparse de esta ciudad sucia, decadente y miserable.